Publicado el 23 Sep 2025. Leer este artículo te llevará menos de 9 minutos
La transición energética hacia un modelo más limpio y sostenible es una necesidad urgente. Sin embargo, existe un dilema en muchas regiones: la instalación de grandes plantas fotovoltaicas ocupa terrenos que, en muchos casos, también son aptos para la agricultura. Ante este reto surge una solución innovadora: la agrovoltaica, un sistema que combina placas solares en cultivos para generar electricidad sin renunciar a la producción agrícola.
Este concepto está cambiando la forma en la que entendemos la sinergia entre energía-alimentación. La agrovoltaica no solo resuelve un conflicto de uso del suelo, sino que puede aportar beneficios tanto para la producción de alimentos como para la eficiencia energética.
En este artículo te explicamos qué es, cómo funciona y cuáles son las ventajas de instalar placas solares en cultivos, así como los retos que todavía tiene por delante esta tecnología.
La agrovoltaica consiste en la integración de paneles solares en tierras agrícolas de manera que ambos sistemas coexistan y se beneficien mutuamente. A diferencia de una instalación solar convencional, en la que los módulos ocupan la totalidad del terreno, en la agrovoltaica se diseñan estructuras elevadas, espaciadas o adaptadas para permitir que los cultivos crezcan y se desarrollen bajo su superficie.
El objetivo es instalar placas solares en un campo, sino en diseñar la instalación para que sea compatible con la actividad agrícola subyacente, creando un ecosistema sinérgico donde el todo es mayor que la suma de sus partes.
El funcionamiento de un sistema agrovoltaico es relativamente sencillo en concepto, pero requiere una planificación técnica cuidadosa. Los paneles solares se instalan en estructuras elevadas o bien se distribuyen con espacios estratégicos entre filas, de manera que no cubran completamente el terreno. La altura y orientación de los módulos se ajustan para optimizar tanto la producción energética como la luz que llega a los cultivos.
En algunos casos se emplean seguidores solares que modifican el ángulo de los paneles a lo largo del día. Con ello se logra un equilibrio entre la electricidad producida y la radiación solar que necesitan las plantas. Además, los paneles pueden proporcionar sombra en las horas de mayor insolación, lo que en climas cálidos ayuda a reducir el estrés térmico de los cultivos y a mantener mejor la humedad del suelo.
Por tanto, la agrovoltaica no se trata solo de colocar placas solares en terrenos agrícolas, sino de diseñar un sistema inteligente que tenga en cuenta el tipo de cultivo, las necesidades de luz, el clima local y la productividad esperada.
La implementación de placas solares para cultivos genera una triple victoria: para el agricultor, para el cultivo y para el medio ambiente.
Uno de los grandes atractivos de la agrovoltaica es que aporta beneficios tanto para la agricultura como para la energía. Por un lado, permite a los agricultores diversificar sus ingresos. La venta de la energía generada crea una fuente de revenue estable y predecible que actúa como un seguro contra las malas cosechas o la volatilidad de los precios de los productos agrícolas. Esto proporciona una mayor resiliencia económica a las explotaciones.
Además, la energía producida puede utilizarse para el autoconsumo en la propia finca, alimentando bombas de riego, invernaderos, sistemas de refrigeración o maquinaria. Esto se traduce en una reducción drástica de la factura eléctrica, uno de los gastos más significativos en la agricultura moderna. La agrovoltaica convierte al agricultor en un productor de energía, dándole una independencia nunca antes vista.
Los paneles solares en cultivos generan una sombra parcial que, lejos de ser un inconveniente, puede ser una ventaja en zonas con alta radiación solar. Muchos cultivos, como los hortícolas o las vides, pueden beneficiarse de un ambiente más fresco y de una menor evaporación del agua del suelo. Esto se traduce en un ahorro en riego de entre un 15% y un 30%, y en una reducción de la vulnerabilidad frente a olas de calor.
Desde el punto de vista energético, la agrovoltaica contribuye a aumentar la superficie disponible para la instalación de paneles sin competir con otros usos del suelo, algo clave en regiones densamente pobladas o con gran valor agrícola. Además, al estar más cerca de las explotaciones agrícolas, la energía producida puede consumirse de forma local, reduciendo pérdidas en el transporte eléctrico.
Es, en definitiva, una herramienta para mejorar la competitividad de la agricultura española en un contexto de transición ecológica.
Otro aspecto fundamental es el impacto ambiental positivo de la agrovoltaica. Al permitir un uso doble del suelo, se reduce la presión sobre los ecosistemas naturales que de otro modo podrían verse afectados por grandes plantas solares. También se contribuye a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, al sustituir energía fósil por renovable.
La instalación de paneles puede ayudar a mantener la humedad del terreno y a reducir la erosión en zonas expuestas al sol y al viento. Incluso existen estudios que señalan que la biodiversidad de insectos polinizadores aumenta en este tipo de sistemas, ya que las condiciones de sombra favorecen determinadas especies vegetales asociadas a los cultivos.
Por lo tanto, la agrovoltaica no solo combina dos actividades productivas, sino que también puede mejorar la resiliencia de los sistemas agrícolas frente al cambio climático.
La rentabilidad de un proyecto agrovoltaico depende de varios factores, como el tipo de cultivo, la ubicación geográfica, la irradiación solar y las subvenciones disponibles. Aunque la inversión inicial es superior a la de una instalación solar convencional, los ingresos por la venta de energía y el ahorro en costes operativos, especialmente en agua y electricidad, acortan significativamente el periodo de retorno de la inversión.
Para cultivos de alto valor que se benefician de la sombra, la agrovoltaica no solo es rentable energéticamente, sino también agrícolamente. Es fundamental realizar un estudio personalizado que analice las sinergias específicas para cada caso, pero los datos apuntan a que es una inversión sólida y de futuro para el sector agroalimentario.
Aunque las ventajas son evidentes, la agrovoltaica también tiene retos por superar. El primero es el coste inicial de las instalaciones, ya que requieren estructuras adaptadas y un diseño más complejo que las plantas solares convencionales. Esto eleva la inversión y puede dificultar su adopción a gran escala sin ayudas públicas o incentivos específicos.
Otro reto importante es la compatibilidad con los diferentes cultivos. No todas las plantas responden igual a la sombra parcial. Mientras que algunos cultivos hortícolas se benefician, otros que requieren alta radiación pueden ver reducida su productividad si los paneles no están bien configurados. Esto hace necesario un estudio agronómico detallado en cada proyecto.
Además, la normativa en muchos países todavía no contempla de manera clara la agrovoltaica. En España, por ejemplo, aunque se están desarrollando proyectos piloto, aún no existe un marco regulatorio específico que facilite su despliegue masivo. La burocracia, los permisos de suelo y la necesidad de definir criterios técnicos son obstáculos a resolver.
A pesar de ello, en nuestro país la agrovoltaica empieza a ganar protagonismo en proyectos experimentales y en colaboraciones entre empresas del sector solar y el agrícola. Regiones con alta radiación solar y tradición agrícola, como Andalucía, Murcia o Castilla-La Mancha, son candidatas naturales para esta tecnología.
En Europa, países como Francia y Alemania ya llevan años impulsando proyectos agrovoltaicos, con resultados prometedores tanto en la producción energética como en la agrícola. La Unión Europea también ha empezado a incluir la agrovoltaica en sus planes de financiación e investigación dentro de la estrategia de transición verde.
La agrovoltaica no es una moda pasajera, sino una pieza fundamental para el futuro de la agricultura. Con el avance de la tecnología, veremos paneles solares más eficientes y semitransparentes, así como sistemas de inteligencia artificial que optimicen dinámicamente la sombra y el riego en función de las necesidades de la planta. Integrar placas solares para cultivos es la evolución lógica hacia una gestión del territorio más inteligente, resiliente y sostenible.
Aunque todavía enfrenta retos técnicos, económicos y normativos, la agrovoltaica tiene un potencial inmenso en países como España, donde abundan tanto el sol como la tradición agrícola. Apostar por este modelo es apostar por un futuro más sostenible, competitivo y resiliente.
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Elena Fernández
Marketing Copywriter
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